Archivo mensual: May 2015

Los Libros de Ani y el Fuego de la Intolerancia – 2 – Los Guerreros de la Reconstrucción Solidaria

Dedicado a Ana Adarraga y su fantástica librería ALIANA que hoy se ha convertido en la mejor librería de libros de cocina de Madrid y que en mi adolescencia fue mi segundo hogar.

Foto cedida por la librería Aliana

Foto cedida por la librería Aliana

Al día siguiente me acerque a la librería, los cristales del escaparate y la puerta estaban rotos, así que para proteger lo que quedaba, enviaron a una pareja de “grises”, es decir policías que por esa época vestían uniformes de color gris. Me asusté un poco porque eran ellos los que corrían con sus porras en las manifestaciones detrás de nosotros, los estudiantes, en aquella época. Poco a poco, vista la situación me fui relajando, ya que Pati el más revolucionario del grupo estaba sentado con otros amigos en una banqueta jugando al mus con los policías. Me quede muy sorprendida, por el tono amigable y cuando los policías se despidieron, no recuerdo si venía otro relevo o cuál era la situación, Pati hacía bromas con uno de ellos sobre la porras que ambos tenían y me asombré de la osadía de Pati enseñando al policía la porra que tenía para defenderse de los “fachas”. Como se acercaba Navidad y Ani tenía que vender para poder recuperar su librería, decidimos que los enemigos de la cultura no podían ganar, así que como guerreros bajo juramento para proteger la cultura, la libertad y ayudar a Ani, que tanto nos había dado, contra tan enorme injusticia, nos pusimos manos a la obra. Primero había que rescatar todos los libros que estuvieran en condiciones y guardarlos en alguna parte y dejar la librería vacía para poder hacer los arreglos pertinentes y pintarla, así que José ofreció un piso que sus padres tenían vacío y empezamos a llevar los libros con unos carros que nos dejaron el supermercado. Había montones y montones de libros y tardamos un par de días creo, pero no recuerdo muy bien. Poco después, los vecinos del piso de abajo se quejaron de que se les estaba hundiendo el techo y tuvimos que buscar otra solución. El cura que se encargaba por aquel entonces de una iglesia que había cerca de la librería, no eran todos reaccionarios, ofreció un espacio dentro de la iglesia y tuvimos que coger todos los libros del piso, y llevarlos a una parte de la iglesia, en la sacristía, donde estarían sanos y salvos. Fue una etapa preciosa, todos unidos en una misión, que Ani pudiera vender libros en Navidad, o por lo menos para los Reyes Magos. Muchos días cuando terminábamos de ayudar, nos íbamos todos a casa de Ignacio y jugábamos juegos de mesa no sé si era el Trivial, el Risk o cual, (maldita memoria) y escuchábamos discos de Les Luthiers entre otros hasta las tantas de la noche, porque además como estábamos de vacaciones era más fácil. Yo tenía algunos problemas con mis padres porque llegaba tarde a casa, así que eso lo solucionaba quedándome a dormir en casa de Ana y Arancha. Pati también se quedaba y aunque por entonces tenía 24 años era tan niño como nosotras que teníamos 16 o 17. Allí jugábamos a las cartas, y a un juego bastante tonto que nos encantaba. Uno se ponía en medio con un sombrero y dos a los lados tenían que tirarlo. No me acuerdo de las reglas pero era divertido y nos dormíamos a las tantas de la noche siempre intentando no despertar al padre de Ana que se ponía de un humor terrible cuando le despertábamos. Otras veces nos íbamos al parque con un par de litros de cerveza, pipas y patatas de la patatería, que entonces afortunadamente era legal, y ahí charlábamos y discutíamos de política. Había ideologías de izquierdas para todos los gustos, socialistas, anarquistas, troskistas, comunistas… Yo me quedaba embelesada escuchando, todos habían leído tanto y sabían tanto, pero mis simpatías se inclinaban hacía la anarquía y sobre todo me identificaba con la idea de que la cultura es imprescindible y que si todo el mundo tuviera educación y cultura no haría falta un gobierno. Un poco inocente con lo del gobierno, si, pero sigo pensando que a una sociedad con educación y cultura no se la puede engañar tan fácilmente. A veces cuando estábamos en el parque Juan, el hermano de Pati que era camionero, por gusto, y amaba a su camión con el alma decía – Bueno chicos, me voy que va a pasar el Talgo de Barcelona. Y desaparecía. Un día que estuve en la casa de sus padres, donde vivía y descubrí que tenía una habitación con todas las vías de tren inimaginables. Era la maqueta más extraordinaria que he visto nunca con sus trenes eléctricos, estaciones, en fin era una auténtica pasión y él lo vivía como si fuera el jefe de estación de ese pequeño mundo que se había creado. Era feliz y siempre estaba alegre. Cuando llegaba a la librería te veía y te daba un manotazo, cariñoso en la espalda. A mí me llamaba Clarita porque decía que le recordaba al personaje de dibujos animados de la serie de Heidi. Fue una de las pocas personas que me escribió una carta cuando murió mi madre y fui dejando el momento para contestarle, luego ya era tarde y lo siento, porque se lo agradecí mucho en mi corazón. Pero volviendo a la librería ¿sería posible reconstruir esa librería, tal como la veis en la foto o por lo menos conseguir volver a vender para no tener que cerrarla?

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Los Libros de Ani y el Fuego de la Intolerancia I – Los libros Quemados

Dedicado a Ana Adarraga y su fantástica librería ALIANA que hoy se ha convertido en la mejor librería de libros de cocina de Madrid y que en mi adolescencia fue mi segundo hogar. Librería Aliana 1 - Foto cedida amablemente por la Libreía Aliana (Madrid)

Era una mañana fría del 9 de Diciembre de 1977 y el teléfono sonó, lo recuerdo como si fuera ahora, mi amiga Ana me llamó y con la voz entrecortada me dijo – Marina la librería, han quemado la librería – ¿qué, cómo?…pero no puede ser… – Estamos aquí… todos – me dijo casi entre lágrimas – Voy para allá, ahora mismo. Salí disparada de casa. La librería era nuestro punto de encuentro, Ani la madre de mis amigas Ana y Arantza había conseguido crear una especie de refugio encantado donde se hablaba de historias maravillosas, de escritores amantes de la palabra y donde nunca estabas sola porque siempre te encontrabas amigos con los que charlar y compartir. Salí corriendo de casa y en cinco minutos estaba allí. Al acercarme pude ver a varios de mis amigos en la puerta y al llegar no podía creer lo que estaba viendo. Acabé, como todos, allí delante de la puerta de nuestra amada librería, llorando a lágrima viva sin poder encontrar una explicación para semejante desastre. Mientras estábamos ahí, incrédulos, como huérfanos a los que se les ha arrebatado una parte del alma llegaron unos desgraciados gritando: ¡Viva Cristo Rey y ahora os jodéis! Ignacio cogió un martillo y se fue hacia ellos pero su novia y su hermana se lanzaron a sus piernas y mientras le sujetaban con fuerza gritaban – Están provocándonos, ignóralos, están intentando provocarnos-. Luego me enteré de que había sido gente de ultraderecha del barrio que después de ir a celebrar el día de la Inmaculada Concepción, habían decidido quemar el foco donde se reunían los “rojos” del barrio. Hay que decir que Aní la propietaria de la librería era y es vasca y por supuesto tenía todo tipo de libros en su escaparate, desde libros que hablaban del País Vasco hasta el Diccionario de la Ultraderecha, pero, claro esa libertad de pensamiento era algo que las mentes pequeñas y cerradas de estos extremistas no podían entender. La situación se podía haber convertido en una tragedia. Otro de los amigos de la librería, Curro que vivía cerca, por la noche asomándose a la ventana había visto fuego en el escaparate y había llamado a los bomberos, que afortunadamente sólo tardaron unos minutos en llegar, sino todo el edificio podía haber ardido. Justo al lado había una patatería, una pequeña tiendecita en donde hacían y vendían patatas fritas al peso. La patatería tenía varios bidones de aceite y creo que bombonas gas butano así que todo podía haber explotado abrasando el edificio y a los vecinos de los pisos justo encima. Menos mal que los bomberos apagaron el fuego rápidamente, aunque no se pudo evitar que la mayor parte de los libros ardieran dejando un olor a papel quemado y a destrucción que tardaría bastante en desaparecer. En fin, un desastre. Ver todos esos libros quemados me produjo un dolor enorme a mis 16 años. Todas esas historias que llenaban mi vida de alegría, de aventuras, de amor, de tristeza, de conocimiento. Todas esas historias a las que tanto había costado a la gente de mi país poder acceder, estaban ahí sin vida, deshaciéndose en pequeños trozos negros y convirtiéndose en polvo como pequeñas mariposas abrasadas por el fuego. Pero no estaba sola en mi dolor y ese mismo día, con esa desolación que todos sentíamos se puso en marcha algo que me hizo descubrir lo mejor del ser humano, algo que se quedo en mi corazón para siempre: la solidaridad. Y así empezó la reconstrucción de la que os hablaré en el siguiente capítulo.

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