Laura Freixas en la presentación de su nuevo libro en la librería Alberti, 2018. Photo by Marina Carresi.
Conocí a Laura Freixas en un festival de cortos realizados por mujeres argentinas en el Matadero. Me gustaron mucho sus comentarios sobre el cine realizado por mujeres y me presenté, le regalé una revista de las que hacíamos mi marido y yo, un monográfico en inglés sobre mujeres relevantes en la historia. Fue muy amable y me dijo que próximamente se iba a celebrar El Día de las Escritoras en la Biblioteca Nacional. Fui el día indicado y llegué tarde pero pude escuchar las lecturas en la entrada junto a otras mujeres. Parecíamos niñas castigadas por llegar tarde a las que han dejado sin caramelos. Aun así me resultaron muy amenas; además me había imprimido los textos, por lo que pude seguir la narración con facilidad. Esperé a Laura y me dio su email, me pareció un gesto generoso.
La serendipia, que siempre está presente en mi vida, me hizo encontrar en casa un libro de Laura “Literatura y Mujeres” (Ed. Destino, Barcelona, 2000) y me puse a leerlo inmediatamente. Un ensayo fundamental para entender la situación de las escritoras en España a lo largo de la historia y como han sido encasilladas dentro de la “literatura femenina” impidiendo el protagonismo que se merecen. Volví a ver en a Laura en Mayo en el ciclo cinematográfico Poderosas organizado por la asociación Clásicas y Modernas (de la que Freixas es cofundadora y presidenta de honor) y la Fundación SGAE. Era el primer día del ciclo y no era un buen día. Era un lunes triste y lluvioso. El largometraje “El último Cuplé” interpretado por Sara Montiel me resultó curioso pero antiguo. Me hizo pensar en mi abuela que cantaba todas esas canciones mientras cosía cuando yo era una cría, y me puso un poco nostálgica. La película era comentada por Nerea Pérez de las Heras acompañada de Laura que era la coordinadora del ciclo. El coloquio era ameno pero inesperadamente, un hombre mayor que conocía a Sara Montiel y la admiraba con fervor, desvió el análisis feminista y el debate quedo un poco apagado. A la salida me acerqué a Laura y viendo que no estaba de muy buen humor, tenía que haberle saludado y ya está, pero mi timidez y nerviosismo me hizo hablar sin parar, cuando claramente no era el momento. Me fui a casa sintiéndome estúpida y pensando que mi admirada escritora nunca jamás me dirigiría la palabra. No fue así.
El mes pasado estuve en la presentación del libro de Laura Freixas Todos llevan Máscara. Diario 1995-1996. Nunca había estado en la librería Alberti aunque había oído hablar mucho de ella ya que en los años 70 sufrió varios atentados fascistas. Tiene ese encanto que para mi resulta fascinante y familiar de las librerías con solera. El espacio era algo reducido pero tuve la suerte de poder sentarme ya que mucha gente se quedó de pie. Pude saludar a Laura y pedirle que me firmara su libro. Saqué algunas fotos y escuché muy atenta la presentación.
Laura Freixas con Marta Sanz y Luisgé Martín. Librería Alberti 2018. Photo by Marina Carresi.
La presentación a cargo de Marta Sanz y Luisgé Martín fue muy interesante y tenía un aire informal lleno de complicidades y bromas por lo que parecía más una charla entre amigos que una de esas sesudas y aburridas presentaciones que se dan en los ambientes literarios. Se habló mucho de la envidia como tema recurrente en la obra, de lo interesante que les parecía que la autora se sincerara en ese sentido y se habló de su honestidad al plantear esta cuestión. Por su parte Freixas explicó que ella ya no era esa persona, en el sentido de que su vida había cambiado radicalmente desde que escribió ese diario. En la presentación la autora habló también de la precaria situación de los escritores “el 90 por ciento de los escritores tiene otra profesión”, de que debemos combatir nuestra propia misoginia y de que con el tiempo había descubierto que como dice la escritora Belén Copegui “la cuestión es hacer algo bien, no mejor que otro”.
Laura Freixas presentando su libro «Todos llevan Mascara». Photo by Marina Carresi
Me he leído el libro y me ha parecido sensacional. Yo no soy una persona muy crítica pero sé lo que me gusta y lo que no, o mejor dicho, se lo que me impacta y me hace reflexionar y lo que no. Es un libro fundamental para cualquiera que como yo, quiera dedicarse a escribir. El tema de la envidia fue lo más comentado en la presentación pero para mí, aunque es de elogiar la sinceridad con la que habla de este sentimiento que la perturba, es sólo uno de los temas destacados del libro pero su feminismo heterodoxo, su intento de complacer a su padre, y su trabajo constante luchando para encontrar el tiempo para escribir su segunda novela, dicen mucho de qué tipo de escritora nos encontramos en Todos llevan Máscara. Plantea todas las dudas y frustraciones a las que se enfrenta un escritor y a la vez hace un constante elogio al psicoanálisis “¿Qué haría yo, en que creería, si no conociera el psicoanálisis? Para mí es una filosofía de vida.” Habla con toda honestidad sobre su proceso creativo y todos los obstáculos a los que tuvo que enfrentarse para publicar sus libros. Desnuda su alma sin revelar prácticamente nada de su vida privada, aunque tampoco oculta algunos detalles que nos pueden desvelar, de forma autobiográfica, como era su vida en aquella época. Su matrimonio, sus excursiones en bicicleta o su amor por su pequeña hija.
El libro, que he subrayado profusamente, tiene innumerables frases extraordinarias. Me ha costado elegir, pero esta me emociona e inspira:
“Solo cuenta lo que escriba. Nadie recordará mis lágrimas, mis despertares difíciles, mis dilemas, mi cuenta corriente, mi nudo en el estómago, mi peregrinación por editoriales. Nadie, empezando por mí. Nada me consolará en la vejez (dejo a parte E. y nuestros hijos) sino lo que haya escrito. Nada existe ni permanece fuera de eso. Sólo por lo que haya escrito seré juzgada. Mañana: escribir.”