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I y el Horno de Pan

El dibujo que I me envió en su carta.

El dibujo que I me envió en su carta.

Este dibujo me lo envió en una carta una amiga que tuve cuando era pequeña, mi amiga I. Mis tíos abuelos, creo que se dice así, tenían una panadería en Mollerussa un pueblo de Lleida (Lérida). Allí pase si no recuerdo mal por lo menos dos veranos, puede que fueran más, pero los tiempos están un poco confusos en mi mente. Debía tener unos siete años aproximadamente y me encantaba ir allí a pasar las vacaciones. Mi tía V y mi tío A tenían en la planta baja, en la parte de atrás de la tienda, un  local con un enorme horno de los de antes, ocupaba toda una pared y había mucho espacio. A pesar de ser un lugar algo oscuro, lo recuerdo como  caliente y acogedor.  Recuerdo que este espacio estaba conectado con otra zona donde había máquinas para hacer la masa del pan y mesas con enormes planchas de madera donde se daba forma a la masa haciendo barras de pan y bollos de todo tipo. Era tan divertido, me encantaba que me dejaran amasar y crear formas curiosas con la masa, era como plastilina pero mejor, más suave y manejable. El problema era que ellos trabajaban por la noche y yo tenía que ir a dormir, eso me fastidiaba un montón. El viernes era mi día favorito, se hacía el pan por la tarde y era entonces cuando me dejaban participar. Había un montón de gatos en aquel horno, para evitar los ratones claro, y yo disfrutaba muchísimo con todos ellos, sobre todo con los pequeños, era fabuloso. Había también una misteriosa habitación en el sótano donde se guardaba la levadura, que tenía ese peculiar olor difícil de describir pero que te penetra hasta el estomago, me encanta ese olor y cuando mi amigos N y F hacen pan en su casa y lo huelo, me vienen todos estos recuerdos. La panadería era divertida también y así como mi tío A se encargaba del horno, mi tía V lo hacía de la panadería. Allí venían las mujeres del pueblo y a menudo mi tía me dejaba ayudarle cobrando a las señoras que conmigo siempre eran amables y tenían bastante paciencia, era como jugar a las tiendas pero con dinero de verdad. Mi amiga I vivía en el piso que estaba justo encima de la panadería,  debajo del de mis tíos y tenía mi edad. Me gustaba mucho jugar con ella, íbamos a jugar a un sitio que no recuerdo si estaba cerca o era parte del edificio o qué pero que tenía mucho espacio y columnas. Tenía un techo pero estaba abierto al exterior por uno de los lados y había algunos muebles viejos y sobre todo mucho espacio para jugar. Allí pasábamos horas jugando a todo tipo de juegos y haciendo colonia de violetas con las flores que habíamos recogido cuando nos llevaban de paseo por el campo. No recuerdo muy bien la cara de I, pero creo que alguien de la familia, no sé quién me dijo que había muerto, si es cierto es muy triste porque creo que murió bastante joven . Mis tíos V y A murieron  también. Esta pequeña parte de mi historia que el dibujo hecho por I trajo a mi memoria se quedó en mi cerebro , aunque no debe ser tan pequeña cuando cada vez que huelo pan recién hecho me acuerdo de mis queridos tíos y su fabuloso horno donde lo pasé tan bien cuando era una niña jugando con I.

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Mis árboles del 23 F

 

Realizado durante la larga noche del 23 F de 1981

Realizado durante la larga noche del 23 F de 1981

Había ido a  llevar a mi hermano pequeño a unas clases de recuperación a un sitio que creo recordar estaba por el barrio de Salamanca. Era un niño muy inquieto. Íbamos en metro todas las semanas, yo me quedaba esperandole leyendo un libro y relajándome de los nervios que había pasado intentando controlarle en el viaje. Era el 23 de Febrero de 1981 estaba, como siempre leyendo mi libro cuando una de las profesoras del centro me dijo muy agitada que mi padre estaba al teléfono (se refería a mi padrastro que hacía las funciones de padre para mi y era el padre de mis hermanos). Estaba terriblemente nervioso y me dijo: ¡Coge inmediatamente un taxi y ven a casa con tu hermano ahora mismo! Yo le pregunte que qué pasaba y repitió: ¡Te he dicho que cojas un taxi y que vengas a casa ahora mismo!

Yo estaba muy asustada. ¿Habría muerto alguien? ¿Se habría quemado la casa? ¿Se habría puesto alguien muy enfermo? Cuando llegué a casa el nerviosismo era evidente. Mi madre sentada en el sofa, con los ojos desorbitados miraba la radio como si estuviera oyendo una historia de terror. En casa me enteré de que el Congreso de los Diputados había sido asaltado por unos golpistas y todo lo que estaba pasando tenía muy mala pinta. Mis padres trabajaban en TVE pero en cierta forma habían llevado una doble vida ya que pertenecían a CCOO (Comisiones Obreras) que fue ilegal durante muchos años, eran de hecho activistas. Estaban en una célula secreta y nuestra casa, vivíamos entonces en la calle Orense (que estaba en uno de los mejores barrios de Madrid por aquel entonces) se llamaba en clave la Casa Gallega y de vez en cuando se organizaban reuniones con otros miembros del partido comunista. Una vez detuvieron a todos los de su célula y ellos pasaron varias noches  vestidos como si fueran a asistir a una entrega de premios porque les habían dicho que si iban muy bien vestidos la policía les trataría mejor. Lo que me contaron después fue que finalmente no les detuvieron porque el chico (creo que era un chico joven) que había delatado a los demás, adoraba a mi madre y no dijo ni sus nombre ni el de mi padrastro.

En 1981 las cosas se habían calmado bastante desde que se había legalizado el PCE, pero esa noche el terror entró en nuestra casa. Yo cuando era niña nunca me había enterado de su secreto pero el 23 F de 1981 ya tenía 19 años y podía imaginar con toda claridad como al día siguiente podrían entrar por la puerta unos militares golpistas y llevarse a mis padres para fusilarlos. Esa noche la pasé haciendo este dibujo mientras el silencio se adueñaba de todos los miembros de mi familia, un silencio solo interrumpido por la radio y las marchas militares en la tele. Cuando el rey apareció para tranquilizar a la población, yo respiré y poco a poco fui terminando el dibujo, un dibujo que decidí guardar por si algún día me fallaba la memoria y se me olvidaba la cara de indignación, asco y miedo de mi madre frente a la radio.

 

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El Cacharro de mi abuela

Entrada de la primera obra donde actué. Photo by marina carresi

Entrada de la primera obra donde actué. Photo by marina carresi

Esta es la entrada que conservo de la primera obra de teatro que hice. Creo que todo empezó porque una  ex compañera del instituto me dijo que en su grupo de teatro estaban buscando a alguien para uno de sus sketches. Me dijo si me interesaba ir a una prueba y a los dos o tres días ahí estaba yo haciendo una lectura para un personaje de una cantante de Opera retirada y venida a menos. Me tenía que subir a una mesa y cantar “Las Tardes de Ritz” y hacer una lectura de los diálogos del personaje. Les gustó mucho y me propusieron hacer otro personaje y algunos números musicales. Tenía diez y nueve años y me encantó la experiencia. Mis compañeros me recibieron con cariño y me ayudaron todo lo que pudieron a pesar de que no me conocían de nada. Conservo fotos y me acuerdo de ellos perfectamente. Hicimos la obra en la sala Cadarso, en  Clamores y en la Pza de Chamberí. Gustó mucho. Nuestro siguiente montaje fué un homenaje al cine que representamos en el Colegio Mayor Chaminade, era precioso. Trabajamos muchísimo pero conseguimos crear todo un espectáculo todos hacíamos varios personajes, unos hablaban, otros no. El personaje con el que más disfruté fue la “mamita” de Lo que el viento se llevó. Por esa época pesaba menos de 50 kilos así que me tuve que poner algo así como tres anoraks, varias faldas etc, pero sobre todo me lo pasé bomba imitando el acento del personaje y su actitud tan obstinada. En otra escena interpretaba a la secretaria de un actor retirado y amargado al que ella amaba en secreto. Ella recibe a un periodista que le va a entrevistar, una escena dramática y emotiva. Cantábamos, bailábamos y lo pasábamos en grande. Yo no lo sabía pero eso me abriría después las puertas para trabajar en la Compañía de Lola Herrera, pero eso es otra historia. Un día cuando llegábamos al ensayo ocurrió un suceso bastante penoso. Íbamos en el coche apretadísimos y A, que era el director, estaba intentando aparcar. A había cogido “la polio” cuando era pequeño y andaba con muletas. Hizo un movimiento con el coche para aparcar y un hombre absolutamente enfurecido, que por lo visto estaba esperando para aparcar también, salió de su coche y sin mediar palabra, aprovechando que la ventana de A estaba abierta le propinó un tremendo puñetazo. Todos gritábamos como locos pero no podíamos salir porque el coche solo tenía dos puertas y estábamos apretados como sardinas en la parte de atrás. Al final A consiguió salir y entonces fue cuando el hombre se dio cuenta de la situación y sin saber donde meterse pidió perdón en voz baja y salió corriendo. A tenía la cara hinchada y todos estábamos indignados ante la estúpida violencia de aquel hombre. Quitado este incidente fue una época estupenda, llena de creatividad y de ilusión.

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K en Praga

Cuando tenía once años hice un viaje a Munich. Las historias de este viaje que cambió mi percepción del mundo son interminables poco a poco las iré contando según vayan apareciendo.

Catra de K. Photo by marina carresi.

Carta de K. Photo by marina carresi.

Esta es la historia de mi relación con K una niña que conocí en Praga durante ese viaje.

Cuando estábamos haciendo las maletas mi tío y su mujer (de aquella época) con los que estaba pasando el verano en Munich prepararon varias de esas bolsas que hay para llevar trajes, ocultando debajo de los trajes un montón de chucherías y otras cosas que ahora no recuerdo, creo que eran cosas para comer, ropas etc, para llevar ocultas en el maletero del coche. En Alemania Oriental no había este tipo de productos así que los llevábamos como regalos para la gente con la que nos íbamos a encontrar. Con todas estas bolsas, creo que había tres o cuatro, preparamos el maletero del coche con el que viajaríamos a Praga para encontrarnos con una amiga de mi tía y su familia que vivían en Weimar (Alemania del Este antes de la caída del Muro de Berlín). Mientras pasábamos la aduana se palpaba la tensión, a mi me habían dado instrucciones de no decir ni pío, lo que hice muy obedientemente. Tras un superficial registro atravesamos la aduana y un mundo diferente se abrió ante mis ojos, por segunda vez (cuando llegué a Munich fue la primera). Era bastante gris, tengo que reconocerlo pero también tenía una belleza casi poética. Conocí a K y a su hermana pequeña P que venían con sus padres. K tenía doce años (creo) y era muy guapa tenía unos ojos azules despiertos y estaba llena de vitalidad. Recuerdo perfectamente que me llamaba mucho la atención su pelo. Lo tenía recogido en dos coletas atadas con dos hilos de lana violeta. Yo siempre había visto el pelo sujeto con gomas, por lo que esa imagen chocante para mis once años ha perdurado en mi memoria.  K estaba aprendiendo español, lo que me resulto impresionante dado que en España por aquella época, los últimos años de la dictadura, tenías suerte si en tu colegio aprendías los números y los colores en inglés. Por otra parte me resultaba inconcebible que viviera  en una parte del mundo de la cual no podía salir, simplemente no lo entendía; de hecho tuvimos que quedar en Praga porque era complicado ir a Weimar. En fin K sabía muy poco español y mi alemán era obviamente inexistente pero curiosamente nos entendimos a la perfección. Lo pasamos genial no parábamos de reír. Por primera vez en mi vida me comunicaba con alguien de mi edad que venía de otro país y hablaba otro idioma, era fantástico. Estuvimos solo unos días, no recuerdo si cuatro o cinco y luego ella empezó a escribirme para practicar su español y para seguir en contacto. No eran cartas especialmente brillantes, éramos niñas pero estaban escritas con cariño y las he guardado con el mismo cariño. Muchas veces me pregunto qué habrá sido de K.

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