Este Noviembre como todos los noviembres desde 2014 es como si me faltara algo. Creo recordar que todo empezó en el 2004. Ben trabajaba ya en la revista con nosotros y gracias a él habíamos conocido a Jonny. Ben, además de ser un estupendo maquetador, era músico. Él y Jonny eran amigos desde su infancia en Ohio y los dos habían venido a España a aprender flamenco: Ben la guitarra y Jonny el cajón. Ann, casada con un español, nacida en una familia blanca en Sudáfrica habló con su amiga Ruth, pareja de Jonny y se pusieron de acuerdo para darle una sorpresa y organizar una comida de Thanksgiving. Ann, ofreció su casa con jardín en una lujosa zona del extrarradio de Madrid, y entre las dos lo organizaron todo a la perfección. Así empezó una tradición que duró diez años y como soy una nostálgica, la conservaré en mis fotografías y en mis recuerdos. Era algo especial.
Thanksgiving 2014 photo by Marina Carresi
Ese variopinto grupo de gente que nos reuníamos, por distintas razones, en esa fecha, nos convertíamos por un día en una familia. Parecíamos las Naciones Unidas. La pareja de Ben, Lidia de México, Ruth la pareja de Jonny, inglesa igual que mi marido. Frank de Nueva York y su pareja Isac, canario. Angela, española de madre alemana, su bebe y su marido por aquel entonces Donald de Nueva York y también músico como Ben y Jonny. El marido de Ann trabajaba fuera de España y no pudo venir ningún año pero su hija, Alice que nació en Madrid y a la que conocimos cuando era una niña y Meg, irlandesa, divorciada de un español, amiga y casi hermana de Ann completaban el grupo. Veníamos de culturas muy distintas pero flotaba un aire fraternal, que nunca podré olvidar.
Los primeros años Nick y yo casi no dormíamos porque trabajábamos por la noche, había que estar pronto y nunca hemos tenido coche. Al vernos tan agotados, Ann nos ofreció llegar la noche anterior y dormir allí. Desde entonces Nick y yo nos levantábamos relajados y yo salía a pasear por el jardín mientras él y Ann se quedaban en la cocina. Nick tenía que preparar su comida vegetariana y Ann el pavo. Trabajábamos tanto, que estar allí era como estar en el paraíso. Al pasear entre los pinos de la parte agreste del jardín y al ver el cielo limpio, frio y brillante, con ese brillo exagerado de la Sierra madrileña, me sentía renacer. A veces me agachaba y cogía una piña solo para saborear su olor a piñones. Me encantaba coger mi cámara, hacer fotos de las hojas caídas, con su festival de tonos marrones, reflexionar sobre la vida y la belleza del otoño y después jugar con Goya, el Yorkshire, y su pelota en la parte donde el césped es verde y mullido como un colchón al que tus pies dan las gracias en cada pisada. Esos momentos eran como un ansiado regalo de Navidad.
Goya – Thanksgiving 2014 – photo by Marina Carresi
Más tarde empezaban a llegar nuestros amigos en un goteo de chispeante excitación. Yo, en parte por las conversaciones cruzadas en inglés, que me dejaban agotada, en parte por mi propio carácter, cogía mi cámara y con la excusa de que iba a utilizar las fotos en la revista, que también era verdad, me situaba fuera de la vorágine y hacía fotos sin parar. Me hacía invisible para captar esos preciosos momentos donde la vida transcurre sin que nos demos cuenta.
Thanksgiving 2008 – photo by Marina Carresi
Cada pareja traía de su casa algo preparado para la comida. Ann se levantaba a las seis de la mañana para empezar la preparación del pavo. Ruth y Jonny traían el relleno y hacían la salsa de gravy. En realidad hacían dos salsas, ya que una era sólo para mí, sin pimienta. Para un anglo, cocinar sin pimienta, es casi una herejía, pero lo hacían por mí. Frank e Isac, preparaban unas empanadillas de calabaza típicas de Canarias que se derretían en la boca, su dulce toque canario contrastaba con el resto. De hacer los panes, se encargaban Ben y Lidia y podías suspirar de placer por lo crujientes que eran por fuera y lo blandos que eran por dentro. Ben siempre me reñía porque yo empezaba a comerlos aunque estaban calientes, no podía esperar. Nick preparaba unas patatas deliciosas en el horno, con mantequilla y hierbas. Donald y Angela una mermelada de arándanos y un acompañamiento hecho con maíz y crema de champiñón. Por último Alice, que ya apuntaba maneras de artista, preparaba la alargada mesa de madera con velas de colores, granadas y muérdago en una perfecta combinación de colores otoñales.
Tahnksgiving 2005 – photo by Marina Carresi
Antes de comer, con varias personas entrando y saliendo, la cocina vibraba con su propia música, todos parecían danzar entre los fogones y el fregadero, interrumpiendo su danza con pequeñas discusiones de cuanto debía estar el pavo en el horno o si las patatas se ponían aquí o allí. Mientras, yo deambulaba entre la cocina y la artística mesa de Kim, cámara en mano, disfrutando de esos olores. Observaba en silencio, cómo esa curiosa familia se iba cocinando lentamente, como el pavo, año tras año, ya que al principio algunos casi no nos conocíamos. Después del pequeño caos nos sentábamos a la mesa y uno por uno teníamos que dar las gracias por algo, compartir algo positivo que a veces se convertía en algo emotivo. No era nada religioso, aunque Frank, que parecía salido de una película de Woody Allen recitaba una preciosa e incomprensible oración en yiddish que parecía un conjuro mágico y a Ruth le entraba la tristeza porque se acordaba de su familia en Inglaterra y luego era difícil hacerla sonreír. Celebrábamos la exquisita comida charlando, elogiando los platos de los demás y bebiendo. Más tarde con el estómago lleno, y parsimoniosos como tortugas, nos arrastrábamos a los sofás frente a la chimenea y siempre algún alma caritativa preparaba café y té antes de que nos transformáramos en osos y empezáramos a hibernar.
Thanksgiving 2005 – photo by Marina Carresi
Hablábamos en español y en inglés, o en ambos a la vez. De vez en cuando, salía a fumar un cigarro al jardín. Me despejaba el aire fresco de la noche. Salía para descansar un poco. Pensar en inglés me dejaba extenuada, sobre todo porque mi mente viajera, a veces se iba de paseo y cuando volvía, ya no me enteraba de nada. Pero a pesar de mis dificultades idiomáticas, todos los Noviembres, Nick y yo, como dos niños que van a ver a papa Noel preparábamos, yo la maleta y el las patatas, para disfrutar de ese día y de esa singular familia que el destino nos regaló durante diez años. Distintas circunstancias personales hicieron que después de 2014 no lo volviéramos a celebrar, cambios de domicilio, trabajo y otros impedimentos hicieron que la llama de nuestro Thanksgiving se consumiera como una de esas velas que Alice encendía en la comida. Seguimos en contacto, pero la vida es como es, y lo entiendo. Aun así, todos los Noviembres desde el 2014 es como si me faltara algo.